laCuerda Una mirada feminista de la realidad |
Año 5, No. 51 Guatemala,
noviembre/2002 |
Editorial |
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Entrada |
Nos morimos de
vergüenza (Paula Irene del Cid Vargas)
Sumario noticioso |
La médula |
Más allá del miedo (Isabel Ruano) Prácticas rituales y creencias alrededor de la muerte
(Gabriela Escobar Urrutia) ¿La nada, juicio o reciclaje? (Andrea Carrillo Samayoa) Los hijos asesinados de Guatemala (Lucía Escobar) Las muertas en vida (María Dolores Marroquín) Claman justicia (Wendy Santa Cruz) |
Femina sapiens |
·
Reflexiones sobre las muertes (Anamaría Cofiño K.) |
Reportaje |
Cuando una estudia, cambia la vida (Rosalinda
Hernández Alarcón) |
La paseante |
Recordando a las Madres
de Plaza de Mayo (Rosina Cazali)
Vivan las mujeres “Malas”, o la nueva propuesta
feminista de Carmen Alborch (Adelma Bercián) |
Esta boca es mía |
K'ojalab', altomab' alabomab'- A la juventud (María
Jacinta Xón Riquiac)
Juicio a la política de terror del Estado (Helen
Mack)
Herederas de la muerte cotidiana (Isabel Aguilar
Umaña)
Morituri (Amílcar Dávila) |
Aquí y ahora |
·
V Encuentro en
Cancún (Andrea Carrillo Samayoa y Ledy Orantes) ·
Por un futuro
mejor, mujeres de Colomba toman la tierra (Irma Alicia Velásquez y Ruth
Taylor) ·
Foro de Mujeres
de Partidos Políticos (Ledy Orantes) ·
Violencia de género: Panorama
actual y avances (Wendy Santa Cruz) |
Campo pagado |
|
Movida departamental |
Reestructuran
Foro de la Mujer
Desarrollo
agroindustrial en Chichicastenango
Niñez trabajadora
en casa particular
Lideresas chortís
Elección para
Consejo de Desarrollo |
Anuncio |
Premio “...Y tomamos la palabra” |
Editorial
¿Cuál es el
origen de la violencia?
En Guatemala se desatan los demonios por épocas, y las cifras de casos de violencia aumentan. Inmediatamente vienen las reacciones de rechazo y las exigencias de seguridad y justicia. En otros momentos, los monstruos del mal actúan contra activistas de derechos humanos y líderes sociales. De igual manera, las denuncias proliferan y las demandas de garantías a la integridad física cobran relevancia.
Los actos
violentos inundan todos los ámbitos de nuestra vida y adquieren tan diversos
matices que difícilmente alguien está exento de sufrirlos. Hay violencia común
y política, la que sucede en la casa y la orquestada por el crimen organizado,
la de carácter globalizado, que apabulla con amenazas de guerra o aquélla que
es calificada de terrorismo o acto heroico, como último recurso ante la
soberbia del contrario.
¿Qué origina tanta
violencia? En la medida que ésta adquiere tantas caras, su trasfondo es
igualmente multifacético. ¿Serán las desigualdades imperantes en las esferas
políticas, económicas y sociales; el autoritarismo que genera frustraciones diarias
a nivel personal, o la falta de un imaginario armónico y con equidad? Es todo
junto. Cada persona, grupo y gobierno tiene sus respuestas.
En nuestra visión feminista vislumbramos que para
erradicar la violencia hay tareas que corresponden a las instituciones
estatales, a los poderes económicos, las agrupaciones sociales y las personas
individuales. Por ello existen ejes de acción específicos para cada instancia y
para mujeres y hombres en particular.
Sabemos que
transformar relaciones arbitrarias implica seguir vías muy complejas. No por
ello concluimos que es un mal irremediable. Somos conscientes que los cambios
van desde lo personal hasta lo público, desde lo cotidiano hasta lo político, y
que le incumben a toda la ciudadanía.
Quizás una de esas
tareas para nosotras es ser partícipes en la toma de decisiones desde nuestra
niñez y adolescencia, como adultas y veteranas. Es nuestra prerrogativa
analizar para posteriormente asumir las decisiones y sus consecuencias. En el
fondo se trata de llevar a cabo una lucha contra la imposición y la agresión,
provocadas por compañeros de vida, familiares, delincuentes de la calle, capos
del crimen organizado, instituciones armadas corruptas y poderes
extrainstitucionales.
Para nosotras es
importante resaltar la efemérides del 25 de noviembre, Día Internacional contra
la Violencia hacia las Mujeres, haciendo un llamado a la ciudadanía para
identificar y erradicar cualquier acto que lleve a la violencia.
Reiteramos
nuestra oposición a la guerra de George W. Bush, cuya única justificación es
mantener su poderío bélico. Igualmente, rechazamos calificar como exitosa la
acción de Vladimir Putin, quien demostró que carece de límites al ordenar el
asesinato de decenas de personas cuyo número exacto difícilmente se conocerá. A
la vez saludamos los esfuerzos por construir la paz.
Insistimos y llamamos a multiplicar la
exigencia: NO A LA VIOLENCIA.
[índice]
Paula Irene del Cid Vargas, laCuerda
La
muerte, "la parca" (este idioma con género en los sustantivos nos la
representa vestida de mujer — cada quien la interpreta de diferente manera),
nos lleva, nos ayuda a transitar, nos saca de esta dimensión.
Las mujeres, presentes en el nacimiento de nuestros seres
cercanos, generalmente estamos cuando se van. Les preparamos para su partida,
les alimentamos y velamos; luego les amortajamos, cuidamos las flores del
funeral y acompañamos a los seres queridos para transitar por el duelo durante
los novenarios y demás ritos religiosos.
Nos la encontramos a través de los otros, pero también a lo largo
de nuestra vida, cuando se presenta con la complicidad de lo que las
"ciencias médicas" o "sociales" denominan los factores
subyacentes, o socioculturales. Estos términos técnicos son utilizados para
denominar la negligencia implícita en la ceguera de las políticas públicas para
concebirnos como sujetas del derecho a una vida y muerte dignas.
Es difícil explicar de qué morimos las mujeres, porque el lenguaje
dominante para referirse a las causas de nuestra mortalidad proviene de la
medicina occidental. Ésta basa sus clasificaciones sobre todo en los hechos
biológicos, que difícilmente nos ilustran los contextos sociales que sirvieron
de tierra fértil para sus visitas. Pero hagamos un intento.
Dicen que las mujeres tenemos una ventaja biológica sobre los
hombres que nos brinda posibilidades para vivir más años que ellos. Sin
embargo, la ceguera mencionada provoca que la mayoría experimentemos numerosos
malestares que afectan nuestra calidad de vida, de tal forma que si "la
parca" no nos llega de repente, sí nos recuerda su presencia con cada
achaque, interrumpiendo periódicamente el gozo por la vida.
En países pobres como el nuestro existe una sobremortalidad
femenina del 9 por ciento en la niñez de uno a cuatro años, debida
principalmente a deficiencias nutricionales que derivaron en influenza,
neumonía, bronquitis, infección intestinal y otros padecimientos mal definidos.
La sobremortalidad femenina se debe a patrones de alimentación que son
desfavorables a las niñas.
Expropiación del cuerpo es lo que caracteriza el proceso
socializador de las mujeres. Andamos por la vida en uno que no nos pertenece.
Muchos de nuestros malestares y muertes proceden de ese hecho social. No es
casual que todo ello esté ligado a nuestra capacidad biológica de gestar vida.
Así, digo yo, las mujeres en estos países nos morimos de
vergüenza, porque si realmente "la madre" fuera tan importante como
nos lo hacen creer un mes al año, se tendrían servicios con capacidad
resolutiva para atender las emergencias obstétricas y no fallecerían 200
mujeres por cada 100,000 nacidos vivos (con el reconocido subregistro).
Tanta es la vergüenza que sólo aproximaciones tenemos de las muertes
por interrupciones de embarazos realizadas generalmente en condiciones
inapropiadas. El Ministerio de Salud indicaba hace unos años que el 76 por
ciento de las mujeres atendidas por complicaciones en procedimientos abortivos
tenía antecedentes de por lo menos un aborto previo. Se calcula que por cada
muerte materna en la región latinoamericana ocurren 130 a 160 abortos
inducidos, colocándose éstos entre la primera o segunda causa de muerte
relacionada con el embarazo.
Es tal la vergüenza que preferimos el dolor antes que acudir a un
médico; y si llegamos a visitarlo, nos mirará y tratará segmentadamente, no
como humanas.
De vergüenza y subordinación morimos, porque ¿quién se atreve a
decirle a la pareja que se ponga el preservativo para no adquirir alguna
enfermedad que sólo se transmite por contacto sexual? Hoy asistimos a la
feminización de la epidemia del VIH/sida: por cada tres hombres infectados hay
una mujer.
De vergüenza, porque no sabemos cuántas de las muertes registradas
como causadas por lesiones han llegado a través de la mano de un compañero
violento. Y sólo tenemos datos aproximados sobre las que fueron producto de una
masacre, desaparición forzada, asesinato selectivo, estrategia
contrainsurgente.
Y después de los 45 años, más de lo mismo, pero peor, por el
proceso de envejecimiento, las consecuencias de la mala nutrición, el descuido
y la postergación; es decir, la depresión, la artritis y la osteoporosis nos
acechan. La muerte nos llega vinculada a problemas cardiovasculares, neoplasias
(cáncer del útero, de mama) y diabetes. Vale mencionar que generalmente las
mujeres desconocen la existencia de este tipo de males; por ejemplo, ignoran
que el virus del papiloma humano, que sólo se transmite por contacto sexual,
está ligado al aparecimiento del cáncer del cuello del útero. Y en todo ello,
las pobres son las más afectadas.
No en balde dicen las mexicanas que, en estos países pobres y
patriarcales, ser mujer es un riesgo para la salud. A ver cuándo se nos empieza
a considerar humanas, asignan presupuestos para la atención de estos cuerpos
específicos, de forma que nuestro encuentro con la muerte sea más apacible y
digno... y no muramos de vergüenza.
Otros datos |
·
En Guatemala
también existen casos de sida en niñas y niños entre cuatro y 14 años. Las
causas de la infección son atribuidas a dos hechos igualmente lamentables: la
transfusión sanguínea y el abuso sexual. ·
El 45 por
ciento de las niñas guatemaltecas padece desnutrición crónica. ·
"Las niñas
entre 10 y 14 años de edad tienen probabilidades cinco veces mayores de
perder la vida a raíz del embarazo y el parto que las mujeres de 20 a 24
años; cada año, cinco millones de mujeres de 15 a 19 años de edad se someten
a abortos, el 40 por ciento de los cuales es practicado en malas condiciones..."
(FNUAP, 1998). ·
En el mundo,
450 millones de mujeres padecen desnutrición como resultado de una
alimentación deficiente durante la infancia. |
[índice]
laCuerda
Crímenes contra menores
Impulsan desarrollo integral de mujeres rurales
Con el propósito de implementar políticas a favor de las guatemaltecas de áreas rurales, la Federación Nacional de Mujeres Rurales trabaja proyectos sociales, económicos y educativos con organizaciones femeninas y grupos comunitarios en Chimaltenango. A través de capacitaciones las motivan a perder el miedo, hablar y participar en la toma de decisiones.
Deportes
Euda
Carías, Heidy Juárez, Paulina Morataya y Yolanda Castañeda ganaron medallas de
plata en el X Campeonato Panamericano de Tae Kwan Do.
Contra la desnutrición
Niñas
y niños, mujeres embarazadas y madres en período de lactancia de San Marcos se
benefician de un programa para erradicar la desnutrición impulsado por Acción
Internacional contra el Hambre. Las participantes reciben una dotación de
alimentos y capacitaciones en nutrición, hidrología y agricultura.
Mujeres agredidas
De cada 100
mujeres del mundo, 69 han sido agredidas y violadas alguna vez en su vida,
generalmente por un conocido, según un estudio de la Organización Mundial de la
Salud (OMS).
Sin posibilidades de dirigir el Ejecutivo
Alejarse del hogar, de sus hijas e hijos y
romper con los prejuicios son algunos motivos por los que una mujer no aparece
en la nómina de candidatos presidenciales, manifestaron 10 lideresas del país.
La sociedad machista y discriminatoria les dificulta a las mujeres participar y
ser postuladas como candidatas en la política. Las lideresas coincidieron en
que, por ahora, las condiciones no son óptimas para aspirar a la primera
magistratura y menos tener apoyo popular para resultar electas.
Nuevo currículo para primaria
A
partir del próximo año la educación primaria se impartirá de acuerdo a las
necesidades y costumbres de cada región. El nuevo currículo plantea la
introducción de cambios profundos en los procesos de enseñanza-aprendizaje
adaptados a la diversidad cultural y lingüística. La Comisión Consultiva para
la Reforma Educativa aprobó la propuesta por unanimidad.
En beneficio de la niñez
La creación de una unidad especial en la
Policía Nacional Civil, un programa de familias sustitutas para niñas y niños que
sufren abuso, así como juzgados para niñez y adolescentes en conflicto con la
Ley Penal, son aspectos relevantes que impulsa la nueva iniciativa de ley de
protección integral de la niñez y la adolescencia, entregada recientemente por
representantes de varios sectores de la sociedad civil e iglesias.
Deterioro alimentario
La
población guatemalteca sufrió un deterioro alimentario en la última década, al
pasar de 14 a 25 por ciento de personas que enfrentan escasez de alimentos,
según el informe anual de la Organización de Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO).
Ellas buscan su desarrollo
Mujeres
de Rabinal, Alta Verapaz, se capacitan en la elaboración de artesanías de tusa,
con el objetivo de instalar una pequeña empresa y comercializar el producto.
Reporte de violencia
En
octubre 61 mujeres fueron víctimas de violencia y accidentes. A causa de
derrumbes, seis resultaron heridas y murieron dos. Once fallecieron por arma de
fuego y nueve quedaron heridas. Tres fueron lesionadas con arma blanca, dos
estranguladas e igual cantidad violadas. En accidentes 15 resultaron heridas y
dos murieron. Cinco niñas fueron abusadas sexualmente; se señaló a maestros, un
padrastro y un policía por estos hechos. Dos están desaparecidas y dos más
fallecieron por mordeduras de perros.
[índice]
Isabel Ruano, guatemalteca, psicóloga y música
"¿Por
qué mueren los niños?" preguntó Carlitos a los seis años. "No sé por
qué", le dije. Lo único que yo sabía es que todos morimos y no sabemos
cuándo.
Trabajé mucho tiempo en un hospital de cáncer pediátrico, donde
por lo menos el 20 por ciento de pacientes morirá por la enfermedad. Cuando
hablaba de mi trabajo con otras personas, me veían con cierto gesto de asco y
me preguntaban si me gustaba mi trabajo. Pienso que la enfermedad y la muerte
no son algo sucio ni desagradable; al contrario, es algo sobre lo que vale la
pena reflexionar y que forzosamente nos lleva a pensar en cómo vivimos.
Como sobreviviente de cáncer infantil, me decidí a trabajar en
este campo porque desde hace 30 años la supervivencia al cáncer infantil se
incrementó notoriamente gracias a nuevas modalidades de tratamiento. Desde
entonces, la medicina se preocupó por las implicaciones psicosociales de la
persona sobreviviente a largo plazo y me interesé en buscar formas que hicieran
más fácil pasar por la experiencia. Al principio, mi interés estaba enfocado
hacia sobrevivientes y yo misma evitaba reflexionar sobre lo cerca que estuve
de morir y la finitud de nuestra existencia tal como la conocemos.
El orgullo de la medicina acerca de la supervivencia del 80 por
ciento de pacientes con cáncer pediátrico es sólo una forma de sentir que se
tiene poder sobre algo que no se tiene: la muerte. Pareciera que con cada
paciente que se cura lográramos un triunfo, pero la verdad es que en esto nadie
gana ni pierde; a cada quien le toca morir en su momento. No voy a entrar a
filosofar acerca de si tenemos un destino o no, o si Dios o alguna fuerza
superior ya tiene un curso para estos eventos.
Se evita pensar en el hecho de que vamos a morir porque estamos
muy apegados a esta vida, a la conciencia del yo que hemos creado, a nuestros
seres queridos y nuestras pertenencias. Tenemos mucho miedo de pensar en que
todo esto ya no esté ahí para nosotros. Las religiones nos hablan de una
continuación de nuestra existencia después de la muerte y esto ayuda; sin
embargo, aún tenemos miedo. Para ateos y materialistas se complica más la cosa,
porque la muerte supone la destrucción total del yo y fácilmente se llega a
pensar que la existencia es un absurdo.
Desde el momento en que somos concebidos se empieza a formar una
conciencia del yo y comienzan a correr las horas de lo que será nuestra vida.
Cualquier segundo, minuto, año transcurrido ya está de más, ya es gratis. Yo he
preferido verlo así. Cualquiera que haya tenido una experiencia cercana a la
muerte sabe que no es necesario que nos vendan un cielo o la reencarnación para
darle sentido a nuestra existencia.
Ir más allá del temor a morir es realmente empezar a vivir. Es
liberarse de apegos que al parecer nos dan seguridad, pero que en realidad nos
mantienen atados y nos impiden tomar riesgos por miedo a perder esta seguridad.
Vencer el miedo a la muerte y hacerla una compañera nos permite vivir de
acuerdo a nuestros valores reales y hacer de la vida una verdadera obra de
arte.
[índice]
Prácticas
rituales y creencias alrededor de la muerte
Gabriela Escobar Urrutia, guatemalteca, antropóloga
Uno
de los días ceremoniales más importantes en Guatemala es el primero de
noviembre, Día de los Difuntos. En todo el país se preparan comidas especiales
y miles de personas asisten al cementerio a pintar las tumbas de sus muertos, a
dejarles flores y comida. Es una ocasión para convivir con la familia y
recordar a los antepasados.
A través de la historia, las culturas guatemaltecas han ido
construyendo diversas maneras de relacionarse con la muerte. Los ritos y
creencias relacionados con ésta varían de un lugar a otro, de una etnia y de
una clase social a otra; van cambiando con el tiempo a consecuencia de
profundas transformaciones en la estructura social, por ejemplo, guerras,
migraciones y conversiones religiosas.
Varios etnólogos que trabajaron en poblaciones indígenas
guatemaltecas entre los años cuarenta y setenta refieren que en éstas existe un
ritual común alrededor de la muerte. El ritual consiste en vestir al difunto
con "sus mejores ropas" y colocarlo en el ataúd, envuelto en un
petate o sábana, junto con los objetos que le pertenecieron. Luego, en el
velorio, el ataúd se coloca sobre una banca o mesa, acompañado de candelas,
flores e imágenes religiosas. Mientras tanto, los parientes toman aguardiente,
queman copal y en algunas ocasiones el velorio se acompaña de música. A
continuación se realiza una procesión al cementerio local donde se entierra al
difunto, generalmente en posición extendida y sin orientación definida. Todo el
ceremonial va acompañado de lamentaciones y gritos de dolor por parte de
familiares y amigos.
Aunque podemos hablar de un ritual común, también existen muchas
particularidades. A finales del siglo XIX, los q'eqchi'es de Cubilquitz, Alta
Verapaz, enterraban a los muertos en posición agachada. Los mames de Santiago
Chimaltenango, Huehuetenango, colocan al difunto hacia el oeste, al igual que
los kaqchiqueles. Los tz'utujiles rocían la tierra de la tumba con agua, para
apartar a los animales sobrenaturales y otras fuerzas malignas. Además
consideran impuros los cuerpos de quienes murieron a consecuencia de
accidentes, asesinatos o suicidio, por lo que se les entierra inmediatamente,
sin ningún ritual.
Es importante resaltar que se establecen ritos diferenciados,
según sean las causas de la muerte: naturales (enfermedad, ancianidad) o
violentas (violencia común, violencia política o accidentes). En situaciones
normales, el ritual de la muerte inicia desde la agonía, pasando por la muerte
misma (aviso a los familiares, rezos, llanto, vestida del difunto, etc.),
continúa con el velorio y el entierro hasta finalizar nueve días después de la
defunción.
Sin embargo, en situaciones "anormales" como las muertes
masivas en accidentes de transporte, deslaves, etc., o en el caso de las desapariciones
forzadas y los asesinatos masivos que se cometieron en Guatemala durante el
conflicto armado interno, este ritual se modifica. La muerte es imprevista, el
impacto es mayor en cuanto es mayor el número de muertos y en muchas ocasiones
los cuerpos de las víctimas no pueden ser recuperados. Numerosos familiares de
las víctimas continúan esperando poder cerrar el ciclo de duelo y otros han
tenido la posibilidad de cerrarlo sólo después de muchos años.
Bibliografía
·
Gutiérrez, Estela
(1999). "El significado de la muerte en comunidades afectadas por la
violencia política". El caso de San Martín Jilotepeque, Chimaltenango,
Guatemala. 1979-1983. Tesis de Antropología. Escuela de Historia.
[índice]
Andrea Carrillo Samayoa, laCuerda
Cuando
he pensado en la muerte, por lo general lo he hecho como a las diez de la
noche, metida en mi cama y a punto de dormir. El sueño se me va. La idea que
primero me invade es que yo como mujer, con un cuerpo, un nombre, con rasgos y
características que me hacen ser quien soy, en un momento determinado dejaré de
existir. Posiblemente me instalaré en otro cuerpo, sin saber que lo he hecho ni
recordar que he vivido otra vida. Luego pienso cómo moriré. ¿Sabré en ese
momento que he muerto?
La sola pregunta espanta. Me dediqué a interrogar a algunas
personas acerca del tema. La expresión de asombro en sus caras fue la primera
respuesta, seguida del cuestionamiento: "¿Y para qué andás preguntando
eso?"
Javier me dijo: "Se me hace difícil pensar que exista vida
después de la muerte. Somos materia y existimos en un espacio físico. La vida
es la vida y creo que luchamos por sobrevivir en ella. La gente se muere de
hambre, y pensar en lo que hay después de la muerte es algo irrelevante para
esas personas". Hay quienes coincidimos y quienes no. Él no cree que haya
algo después, y si lo hay no le interesa; la idea no le quita el sueño. Yo me
desvelo y creo que es posible que después nos encontremos.
Con 10 años y estando en cuarto primaria, alguien me dijo:
"El cuerpo se tiene que deshacer, luego se pudre y después uno se hace
abono para la tierra".
La religión es un potente factor que se hace visible en la opinión
de muchas personas. "Aún tengo una fuerte confusión. Tengo una educación
cristiana que me hace pensar que debemos pasar por el juicio divino y Dios
juzgará", comenta un estudiante.
Una mujer de unos 40 años responde: "Después, las personas se
van a descansar. Dicen que las madres no descansan por pensar siempre en sus
hijos. Yo sí creo que todos tenemos pecados y aun después de la muerte tenemos
que entregar cuentas".
Otra dijo: "Nada, cuando la vida termina, únicamente queda el
vacío. El más allá no existe. La vida es hoy, aquí y ahora".
Contrario a esto algunos defendieron fuertemente su visión:
"Después de la muerte las almas, liberadas del sufrimiento y el dolor,
concluyen una misión terrenal para empezar una vida eterna. 'La vida es un
sueño, la muerte el despertar'. La muerte es regresar a nuestro estado
original; nuestro ser no cambia porque al fin de cuentas nunca morimos".
Y alguien más opinó: "La materia se reintegra al cosmos y la
conciencia se diluye en el último aliento. Yo lo tengo claro: para que haya
renovación-evolución, debe morir lo caduco y decrépito, y con las cenizas se
debe alimentar lo nuevo. Pero... ¿qué se hace con los muertos en vida?"
[índice]
Los hijos
asesinados de Guatemala
Lucía Escobar, laCuerda
Todos
los años cuando la Jacaranda empieza a morir, llena la Avenida de Las Américas
con sus colores. Son colores suaves, alfombras de otoño y de nostalgia. Con
esos morados siempre aparece Juan; viene desde el pasado, muerto, estéril. Un
ser lleno de vida convertido en cadáver, vuelto recuerdo, sin nuevas palabras
sobre la piel, ni cicatrices, ni sensaciones. Solo en la terrible y absoluta
soledad de su muerte.
Muerte violenta: dos veces muerte
"No
nacimos pa'semilla" es un libro que habla sobre la violenta cultura de las
bandas juveniles en Medellín. Voy releyéndolo y las fronteras se van borrando.
De pronto no es Colombia sino Guatemala: Ricardo Andrade y Gabriel Robles, dos
músicos, son baleados por desconocidos. Días antes, descargan 200 tiros sobre
unos empresarios en la Reforma; días después otro roquero aparece con el tiro
de gracia. Horas antes, dos cuerpos mutilados son encontrados. Dos años antes,
mi novio de casi dos metros de alto fue convertido en una masa negra de medio
metro, completamente chamuscada, irreconocible, abandonada en el baúl de un
carro. Su drama, convertido en una noticia de dos párrafos en las páginas de
última hora.
Y yo que había pensado que cuando él muriera estaría a su lado
para cerrarle los ojos. Imaginaba que mi mano agarraría fuerte la suya hasta
que se fuera alejando y el último latido desapareciera de su cuerpo. O tal vez
sería al revés. Pero la puta violencia me arrebató esa posibilidad. Me
convirtió en una viuda a los 23, intentando salvar del olvido la memoria de un
muerto. Una enferma abrazando y tocando todo lo que un día Juan tocó. Tirada
bajo la cama sobando sus zapatos, la silla donde se sentaba, buscando en el
fondo de esos objetos un poco de su esencia. Angustiada pensando cuántos días
tardaría en desaparecer su olor de la tierra, pegando la nariz en todo lo que
estuvo cerca de él. Y los retratos que sólo congelaban una faceta muy vieja,
muy mirada, muy gastada, usada, pensada, suspirada. Fotos que se confundieron
con el verdadero rostro y se gastaron ante los ojos de tanto verlas. Él nunca
volvió a tener tres dimensiones; se convirtió en un espejismo, en una
caricatura de lo que fue.
Metido en babosadas
Las
viudas, madres e hijas de la izquierda tuvieron que escuchar durante años que
la razón de la muerte de sus difuntos era que "estaban metidos en
babosadas". Era la excusa perfecta para que el crimen quedara en el
olvido. Pero esa tonta justificación no quitó el dolor ni la amargura de
perderlos.
Supuestamente las cosas habían cambiado, pero yo tuve que escuchar
la misma maldita frase: "a saber en qué estaba metido". Lo mismo que
la familia de Andrade, lo mismo que miles. Todos los que mueren antes de tiempo
en Guatemala "estaban metidos en babosadas". Tal vez sí, tal vez no.
Eso no justifica la violencia, ni la indiferencia de la policía, ni la
impasibilidad de la justicia. Eso no me quita la sensación de haber sido
violada por la muerte, desgarrada por la violencia.
Cada nuevo asesinado deja una viuda, una hija, una madre. Deja un
odio, un rencor que va creciendo, que no se cura tan fácil. Deja una maldita
sed de venganza, de muerte, una cadena de resentimientos. Un camino sembrado
con mierda y dolor, un corazón machucado.
Después de la firma de la paz, las viudas de la izquierda al menos
tienen un consuelo, una esperanza de resarcir a sus muertos. Ahora la comunidad
internacional está ayudando y buscando justicia. ¿Será que cuando legalicen las
drogas pasará lo mismo con mi muerto? ¿Alguna ONG me ayudará a encerrar a los
culpables? O ¿seguirá siendo un tabú, una cosa de la que no se habla, una muerte
merecida por estar "metido en babosadas?"
La brisa de la muerte enamorada
Visitar
la tumba, cambiar las flores y aspirar el olor a podrido que sale de ellas. Las
manos se van llenando de gusanos y podredumbre, el olor a muerte se impregna en
mí, va subiendo, nublándome los ojos, rebalsándolos de dolor. Me vi empujada
por los días, por las semanas, por esa manía estúpida que tiene el cuerpo de
seguir viviendo, aunque el alma se sienta muerta. El mundo no para un minuto,
ni siquiera un puto segundo de duelo. Yo nunca me pegué un tiro, ni me tiré de
un puente, no pude ser Julieta. Sólo seguí aquí; más triste, más dolida, más
vieja.
Pasa el tiempo, vuelven a florecer las Jacarandas y caen sus
pétalos otra vez. Yo paso corriendo en mi carro, machucando sus colores y
pensando que a Juan le gustaba tanto la Jacaranda. Desde el
cielo-infierno-pensamiento en que se encuentra, desde adentro de mi cuerpo que
lo recuerda, desde el infinito de su espacio, a Juan le gustaba la Jacaranda.
Viajaré otra vez este año a Todos Santos. Me dejaré llevar por la
violenta algarabía que produce el recuerdo de los que se fueron. Seguiré
aprendiendo a vivir con esa muerte no vengada.
Y el tiempo que todo lo cura seguirá disolviendo su imagen que ha
dejado ya de raspar y de dañarme. La muerte, que se instaló tranquilamente
entre los dos, dejó su equipaje en mis recuerdos, marcando todo para siempre y
hasta nunca.
[índice]
María Dolores Marroquín, guatemalteca, socióloga feminista
El
tema de la muerte en vida se presta para alucinar un poco porque, aunque
parezca contradictorio, hay muchas mujeres que aún en vida se expresan o nos
expresamos como muertas.
Puede haber muchas formas de muerte en vida, pero la más dramática
es aquélla generada por la depresión, la impotencia, el dolor y la tristeza.
Visitando a una señora en un área marginal, llegamos allá y
acababa de llover; había niños corriendo frente a la casa, con los zapatos
llenos de lodo. Nos acercamos a la puerta y ante nosotras estaba una mujer
sentada, con la cara entre las manos y la vista perdida, en no sé qué mundo. Le
hablamos y, a pesar del ruido de los niños subiéndose a las dos camas, al
ladrido del perro y a nuestras palabras, ella no despertaba.
Su cara no era de alegría o de estar soñando bonito: era de
muerte, inexpresiva, sin brillo... sin vida.
Luego, vamos por el mundo con una o varias adicciones (comida,
alcohol, drogas, relaciones, trabajo, etc.) que nos impiden vivir con plenitud,
pues el hecho de tapar nuestras emociones con alguna de estas adicciones no nos
permite estar al día con nuestros sentimientos y, sobre todo, poder
enfrentarlos. Ésta, creo, es otra forma de vivir muertas.
Además estamos las ausentes, aquéllas que no nos enteramos de nada
de lo que pasa a nuestro alrededor, que aunque la situación del país esté tan
jodida no reparamos en cómo afecta nuestras vidas. Estamos tan absortas en las
tareas de la casa, el trabajo, la iglesia, la pareja, la familia, los animales,
la moda, la belleza, los otros, o cualquier cosa, que no nos permitimos vivir
con un conocimiento amplio de lo que nos pasa en una forma extensa. No nos
cuestionamos ni vemos más allá de nuestro mundito. No queremos ver tal vez por
miedo, por desconocimiento o porque así nos formaron, para que no veamos fuera
de nuestra cotidianidad.
Y por último estamos las pasmadas; es decir,
que no entienden nada, no pueden reaccionar ante algo por muy fuerte que sea, o
van por el mundo (aunque sea a ratos) sin ser afectadas por lo que ocurre.
Creo que todas las personas tenemos algo de pasmadas; a veces son
etapas, a veces momentos, en ocasiones la vida es un pasmo. Pero lo que sí es
cierto es que el ser pasmada, aunque te impida actuar rápido o con conocimiento
de causa, creo que cae bien, aunque después te caiga el veinte de qué era lo
que pasaba.
Entonces, estar muerta en vida se podría decir que es una
enfermedad con cura que, por supuesto, no sólo depende de nosotras, pero que en
gran parte está alimentada por el amor que sintamos por nosotras mismas; por el
desarrollo de la curiosidad y las ganas de probar cosas nuevas que siempre se
sienten en la panza; por la posibilidad de soñar aunque sean cosas
irrealizables. Como decía un escritor cuyo nombre no recuerdo: "Lo único
real en la vida son los sueños".
[índice]
Wendy Santa Cruz, laCuerda
Las
amenazas e intimidaciones no han logrado detener a muchas mujeres, quienes pese
a las limitaciones han salido de sus comunidades a denunciar e iniciar el
trámite para recuperar los restos de sus familiares asesinados o desaparecidos
durante el conflicto armado. Siguen siendo ellas, básicamente, quienes han
alzado su voz para señalar la existencia de cementerios clandestinos, demandar
justicia y ejercer su derecho a dar sepultura a sus seres queridos como una
necesidad moral, espiritual y cultural.
"A mediados de los años ochenta muchas mujeres empezamos a
formar grupos cuyo objetivo era encontrar a nuestros familiares
desaparecidos", expresó Aura Elena Farfán, de la asociación Familiares de
Detenidos y Desaparecidos de Guatemala (FAMDEGUA). Esta búsqueda las condujo a
propiciar decenas de exhumaciones, brindando a la vez asesoría y apoyo a otras
personas en la misma situación.
“El proceso interno que experimenta una familia para decidirse a
dar este paso es largo y muy doloroso, pues vuelven a su memoria los hechos que
vivieron al perder a sus seres queridos. Tal es el caso de doña Lucía Quilá,
sobreviviente de las masacres perpetradas por el ejército en la aldea Xecoxol
de Tecpán, Chimaltenango, en 1982.
“Tuvimos que aguantar y callar durante muchos años. Sentíamos
miedo. Cuando tomamos la decisión de exhumar el cuerpo de mi papá, mis cuatro
hermanos y yo pasamos momentos muy difíciles. No se puede borrar todo lo que una
vio y escuchó; la herida nunca va a cicatrizar por completo, aunque nos
sentimos en cierto modo satisfechos de darle cristiana sepultura", afirmó
doña Lucía.
Éste es el sentir de cientos de mujeres y hombres, en su mayoría
indígenas, quienes no logran tener tranquilidad por la angustia e incertidumbre
de no saber dónde se encuentran sus familiares o por la falta de justicia tras
la recuperación de sus restos. En su momento, la Comisión para el
Esclarecimiento Histórico recomendó implementar una política activa de
exhumaciones, al considerarla un acto de justicia y reparación, un paso
fundamental hacia la reconciliación.
Para las familias sobrevivientes no es tan sencillo. Si bien
encontrar y enterrar a las víctimas en un lugar adecuado es una forma de dignificarlas,
sus deudos consideran que serían capaces de perdonar únicamente si la justicia
alcanzara a quienes les arrebataron a sus seres queridos.
Mercedes Salado, de la Fundación de Antropología Forense, opinó
que es un derecho político de las personas recuperar los restos y estar
presentes en ese momento. "Muchas veces se quiere evitarles dolor, no
crearles falsas expectativas o ciertos traumas; pero el significado que esto
tiene para ellos se manifiesta cuando explican a sus hijas e hijos, al pie de
la fosa, el contexto en que murieron sus familiares, se los presentan y les
señalan quiénes los mataron. Van reconstruyendo su propia historia a través de
los restos que están recuperando", expresó.
En tanto, Rosalina Tuyuc, de la Coordinadora
Nacional de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA), aseguró que es una responsabilidad
moral, pero implica riesgos a las comunidades, genera intimidaciones, amenazas
y persecución contra las familias y quienes colaboran. "Compañeras han
sido asesinadas por ex patrulleros y el caso más reciente fue la muerte de
Manuel García en Chuchucaj, Quiché".
Existen muchos obstáculos impuestos para ocultar la verdad e
impedir la justicia; sin embargo, poco a poco se ha ido abriendo el espacio.
Aunque todavía no existe una ley que establezca procedimientos ágiles para las
exhumaciones, diferentes organizaciones están trabajando a este nivel para
proponer una regulación que nunca llegará por sí sola.
[índice]
Anamaría Cofiño K., laCuerda
Muchos
piensan que éste es un tema tétrico, como si pensar sobre la muerte fuera
deprimente o tuviera un inherente carácter necrológico. Y no es así, al menos
en este caso. Porque vida y muerte son partes de un proceso. Somos seres para
la muerte, en el sentido de que, como vivientes, hemos de morir. La muerte es
el más universal de los sucesos humanos. Nadie se escapa: tarde o temprano
siempre nos llega el momento. Y después, nada sabemos, todo es mera
especulación.
Desde la antigüedad, la humanidad ha enfrentado a la muerte desde
posiciones diversas. Unos le temen, la evaden, pretenden negarla. Otros le
rinden culto, la consideran una transición y la incorporan a la vida como parte
de la cotidianidad. En torno a la muerte hay grandes elaboraciones, los pueblos
se la representan de formas variadas que muchas veces se acompañan de
ceremonias y rituales funerarios particulares. La muerte también plantea otra
cuestión: la del más allá, la reencarnación o la resurrección, es decir, la
existencia del alma.
Me parece adecuado hablar de las muertes en plural: la propia
muerte, la del prójimo, la muerte social, las muertes cotidianas.
Señora de la Noche
Nos
han enseñado que la muerte es una mujer nefasta, mala, destructora. De hecho, aquí
es popularmente conocida como La Pelona, La Muerte Quirina (que andando se
orina por la cocina). Es ella quien -según la tradición- viene con su carreta a
llevarse a la gente. Entre los códices
mayas prehispánicos encontramos varias representaciones de la muerte encarnadas
en personajes femeninos, cumpliendo diferentes tareas: tejiendo, cargando a
cuestas la calavera, copulando con ella. Estas ilustraciones hablan de la
eternidad del tiempo, de la mutua necesidad entre vida y muerte, como en la
siembra y cultivo de las plantas. Es también la representación de la tierra,
lugar donde descansan los restos de los antepasados y de donde pueden salir
como espíritus, para cumplir su papel de dioses que nos enseñan cómo es el
mundo subterráneo de los muertos, Xib'alb'a.
Las mujeres están presentes en las representaciones de la
fertilidad y la muerte. En las mitologías encontramos el ciclo menstrual
femenino, asociado a la luna, con su recorrido por la oscuridad y la
regeneración. La sangre simboliza la vida, pero también su contraparte, la
destrucción, el fin. Algunos mitos refuerzan la imagen negativa de las mujeres,
igualándonos a la naturaleza y representándonos como el aspecto irracional de
la humanidad, como una fuerza cruel e implacable que igual da la vida como la
quita. Hay que cuidarse de caer en la trampa de los estereotipos que nos
encuadran en patrones que nos denigran o hacen aparecer como seres monstruosos.
Las mujeres de carne y hueso no estamos a merced de los instintos, no somos
hembras animales. Somos humanas.
Preparación para la muerte
Hay muertes inesperadas, intempestivas, como las
provocadas por accidentes, crímenes o algunas enfermedades, que súbitamente nos
atacan y ante las cuales poco podemos hacer. Pero si pensamos en la muerte
propia como un hecho ineludible que de alguna manera podemos preparar, tal vez
logremos disminuir los sufrimientos. Viviendo con actitudes y prácticas sanas
podemos evitar o prever muertes dolorosas, angustiantes. El rechazo cerrado y
el miedo al dolor nos hacen más difícil lo inevitable.
En algunos casos tenemos posibilidad de elegir en dónde y con
quién morir. La eutanasia es un derecho que se nos niega y que a menudo podría
reducir los padecimientos. La opción del suicidio, tan discutida y penalizada,
es la manera de poner fin a lo que es propio: nuestra vida. Tener claras las
ideas puede ayudarnos a dar ese paso sin culpa, sin temor al fuego eterno y al
castigo. Será sólo la muerte y punto. Muchas mujeres cuya obra es imperecedera,
como Virginia Woolf, Sylvia Plath, Alfonsina Storni, caminaron dignamente hacia
la muerte como una elección personal.
Cuando la muerte les llega a personas entrañables es quizá lo más
doloroso. Estas muertes nos provocan rabia, tristeza, por la ausencia
definitiva. Hay muertes devastadoras, que dejan a los vivientes en duelo
desamparados y sin fuerza. El consuelo puede estar en la memoria, en los
recuerdos. De allí que mantengamos simbólicamente vivos a quienes hemos amado o
estimado, acudiendo a los difuntos y comunicándonos a través del silencio o la
oración, visitando sus tumbas, llevándoles flores y candelas. A mí,
personalmente, me alegra conversar con una hermana que se fue en el mar y
vuelve de vez en cuando a hacerme reír en los sueños. Hay afectos que no
mueren.
La muerte social
En
Guatemala todos los días son de muertos. Sobre todo ahora que las fuerzas
ocultas han vuelto a desatar la violencia y el terror. El Estado no asume su
papel de garante de la vida. Matan las ilusiones de la niñez, les eliminan
posibilidades de futuro. Vivimos todos acompañados por la amenaza de una muerte
no deseada, brutal.
Las mujeres padecemos muchas muertes: la propia, la del prójimo,
la de nuestros deseos. Somos las que morimos de parto, de enfermedades
curables, de golpes y abusos; somos nosotras quienes enterramos a los hombres,
los amortajamos y les ponemos al menos un vasito de agua para que los acompañe
en el viaje. Somos las que lloramos a los que "pasan a una vida
mejor" y, finalmente, quienes nos quedamos a sostener la penca, a alimentar
y cuidar a los sobrevivientes.
Miles de mujeres quedaron viudas como resultado de la guerra. La
violencia ejercida contra la población civil les arrebató a sus seres queridos,
las dejó en el desamparo y las ha obligado a emprender la lucha por la
sobrevivencia. Ellas conviven con las penas y necesidades, las ronda la muerte,
pero se aferran a la vida y la siguen reproduciendo.
Estar viva es más que respirar y tener un corazón latiendo. Es
vivirse a plenitud, con la posibilidad de aprender, crecer y gozar de nuestras
relaciones y del mundo. La buena vida requiere de condiciones básicas como
salud, vivienda digna, acceso a educación, un ambiente limpio y seguridad.
Subsistir como lo hacemos en Guate no es la vida que queremos; es, más bien, su
sombra.
[índice]
Cuando una
estudia, cambia la vida
Rosalinda Hernández Alarcón, laCuerda
Estudiar
en un internado con monjas se convierte en la única oportunidad si vives en
alguna comunidad rural, sobre todo si ésta se localiza a tres o cuatro horas de
la cabecera municipal. De no hacerlo, el único camino que tienen las mujeres
indígenas pobres es contraer matrimonio y tener hijos.
Isabel Solís, integrante de la Dirección Nacional de la Coordinadora
Nacional Indígena y Campesina (CONIC), comparte esta afirmación. Ella, quien
nació en Sacapulas, Quiché, tuvo la oportunidad de estudiar en una escuela de
monjas, lo que cambió su vida. Como dirigente campesina recorre las comunidades
del municipio Tucurú,* Alta Verapaz, donde actualmente hay 10 fincas ocupadas
(en todo el departamento suman 35).
Las religiosas Hijas de la Caridad atienden un internado donde
alrededor de 20 jóvenes q'eqchi'es estudian primaria, secundaria y
bachillerato. Estas alumnas además aprenden computación y a tocar marimba. En
su mayoría iniciaron sus estudios sólo en idioma q'eqchi'. Aunque entienden el
castellano, por el momento prefieren observar a tomar la iniciativa en la
conversación.
Las monjas y la lideresa de CONIC coinciden en la importancia que
las mujeres estudien y se capaciten. Las religiosas dan clases de
alfabetización, panadería, elaboración de velas y jabón, bordado de güipiles y
morrales, además atienden centros de formación. "Ése es el enlace que
hacemos con ellas. En CONIC trabajamos el tema tierra y producción; las
hermanas, con sus cursos, fortalecen la visión de las mujeres para que
participen", explica Isabel Solís.
El 8 de marzo pasado, por primera vez en Tucurú, juntas realizaron
una marcha de mujeres e hicieron un pronunciamiento en el que pedían la
renuncia del juez porque no atendía casos de violencia contra ellas.
Arreglo de casamientos y discriminación
Aunque
sea difícil de creer, jóvenes de Tucurú aún son obligadas a casarse. No es la
costumbre de antes, como se supone; es una práctica ahora. En una carta del 29
de mayo del 2002, un indígena originario de este municipio reclamaba a las
religiosas que "su mujer" saliera del internado.
"Angélica ya es mi mujer. Porque ya la pedí con sus papás y
están muy de acuerdo conmigo. Por eso yo me preocupo mucho, cuando escuché que
ustedes van a dar la oportunidad de estudiar, pero por mi parte ya no es
correcto este asunto, mejor déjenla libre a Angélica..."
Aunque no quería dejar el internado y lloraba mucho, la joven se
vio obligada a suspender sus estudios. No es la primera; otras han pasado por
esto, según refieren las Hermanas de la Caridad, quienes impulsan un programa
de promoción de la mujer en diferentes caseríos y aldeas del municipio. Sus años
de trabajo en la localidad les han dado elementos para conocer la dimensión de
la problemática: baja de los precios de café y cardamomo, salarios muy bajos,
falta de opciones de empleo y diversión para la juventud, incremento de la
migración, aumento de casos de violencia.
Así como hay padres que sólo ven a futuro que sus hijas tengan su
propia familia, también hay otros que valoran en primer lugar los estudios y no
aceptan dar a sus hijas en matrimonio si ellas no quieren.
En la conversación con las monjas, quienes prefirieron omitir sus
nombres, explican que hay casos de discriminación que ya no se ven como
"normales". En las pasadas fiestas patronales, el 25 de septiembre
(San Miguel), la mejor estudiante tuvo que usar uniforme para portar la bandera
durante el desfile. Los organizadores de los festejos impusieron que tal
distinción obligaba a hacer de lado el traje indígena. Esto ya no es bien
visto.
En el mercado se escuchan y observan manifestaciones racistas por
parte de personas no indígenas cuando se dirigen a personas q'eqchi'es. Entre
ellas, frases como: "Buenos días, mi'ja...", "Tan chulas esas
inditas"; ademanes como tocarles la cabeza. Estas actitudes cambiarán
cuando mujeres y hombres indígenas las entiendan como actos de discriminación
racial.
El estudio hace mejores líderes
"Las
personas que hemos tenido acceso al estudio, tenemos mejores oportunidades para
trabajar en la organización, saber negociar con funcionarios y exigir nuestros
derechos. Eso lo hemos visto en mujeres y hombres que participamos en CONIC y
venimos de algún internado católico". Esta aseveración de Isabel Solís, la
confirma con su propia experiencia.
Al reflexionar sobre su participación en la lucha por la tierra,
desde que era muy joven y siguiendo los pasos de su papá, dice estar convencida
que son necesarias nuevas estrategias en las mesas de negociación con
funcionarios y finqueros. No le convence la consigna de algunos grupos de
acompañamiento que aseguran que la solución de conflictos empieza por
establecer conversaciones entre iguales, sin medidas de presión. Ella lanza una
pregunta: ¿cómo van a ser iguales un finquero que llega en su carro a la
cabecera municipal para asistir a una mesa de negociación, y una campesina que
tuvo que caminar varias horas y trae el estómago vacío?
La dirigente de CONIC precisa que en las negociaciones para
encontrar salidas a problemas en las fincas, se tienen que reconocer los
antecedentes de los conflictos, por ejemplo: violaciones a derechos, prácticas
autoritarias, despojos y actos de discriminación. Contundente anota: "No
somos iguales, somos diferentes. Las familias campesinas pobres somos las que
hemos sufrido injusticias. Ahora empecemos a conversar".
En sus recorridos a pie, en moto o camioneta por las comunidades
de Tucurú, Isabel Solís asiste a asambleas en las que mujeres y hombres deciden
cómo van a luchar por sus demandas, cuándo ocupar una finca, cómo evitar un
desalojo, qué decir a los periodistas de la radio para difundir sus acciones.
Ella confía mucho en las personas jóvenes para lograr cambios. Eso la ha
llevado a acercarse a las estudiantes del internado de ese municipio, así como
a parejas jóvenes que luchan por su derecho a la tierra para vivir y trabajar.
*
Es uno de los 90 municipios con mayor pobreza en Guatemala, según la Secretaría
de Planificación y Programación de la Presidencia (SEGEPLAN).
[índice]
Recordando
a las Madres de Plaza de Mayo
Rosina Cazali, laCuerda
"Una
desaparición es el crimen perfecto, porque el crimen por sí mismo es invisible
exceptuando para quienes son víctimas o parientes. Ambas partes son condenadas
a sufrir en silencio, en forma individual y solitaria. La víctima es negada
como mártir; a quienes quedan deambulando en el 'qué sucedió' es como si se les
prohibiera una despedida. La desaparición es, entonces, una forma de censura de
la memoria por el Estado." (Schirmer, 1989)
Muchos eran jóvenes, algunos incluso eran niños, y una tercera
parte, mujeres. Numerosas víctimas fueron torturadas de forma salvaje y
repetida antes de ser asesinadas; solamente 1,500 personas regresaron de los
campos de concentración alrededor del país. Este acto de desaparición llevó a
las Madres de Plaza de Mayo en Argentina a redefinir la presencia de sus hijas,
hijos o esposos. Las hemos visto en tantas oportunidades desfilar con las
fotografías de las víctimas sobre sus pechos que a veces recuerdan el medallón
de la orden religiosa a la que perteneció Sor Juana Inés de la Cruz. Las Madres
de Plaza de Mayo han sido una importante presencia política y cultural desde el
13 de abril de 1977, cuando 14 mujeres comenzaron a marchar. El número aumentó
poco a poco y, desde entonces, tienen una cita cada jueves por la tarde para recordar
a la sociedad argentina y al mundo de su pasado reciente, y asegurar que su
historia no se repita.
Si consideramos que la lucha de las Madres atiende a la
desaparición de personas, y lo mismo es traducido como la desaparición de una
imagen familiar, es notorio cómo estas mujeres aprovechan el dato y recurren a
un juego intuitivo de imágenes que las dimensiona y ayuda a no pasar
desapercibidas. Desde que comenzaron las marchas, la consigna era utilizar un
pañuelo blanco para cubrir sus cabezas. En el mismo se veían bordados los
nombres de sus parientes y la fecha de su desaparición. Con ese atuendo se
presentaban en la plaza, para definir su preocupación y a partir de asumir su
rol social como madres. Con este atuendo se resistían a aceptar las mentiras
del Estado, de que fueron "malas madres", que sus hijos fueron
"personas desviadas" o incluso que "nunca existieron".
En este punto, las Madres han tenido gran éxito al definir ciertos
códigos de comunicación y que han introducido de manera efectiva en las
marchas. Probablemente los más vistos son los que resultan de
"reaparecer" a sus hijas e hijos de manera simbólica, convirtiendo
sus cuerpos en pancartas vivientes, llevando sus fotografías sobre sus vestidos
o colgadas en sus cuellos. Nora Amalia Femenia describe otras tácticas:
Las Madres construían siluetas de papel en tamaños reales donde se
inscribían los nombres de cada desaparecido. Estos "posters"
aparecían sobre las paredes de edificios en Buenos Aires. En otra campaña,
hacían circular siluetas de papel en forma de manos humanas, las cuales
simbolizaban las manos de sus seres queridos. Elevaban globos con los nombres
de los desaparecidos. Luego, marchaban utilizando máscaras idénticas para
mostrar el sentimiento común de las víctimas. La naturaleza individual de su
pérdida se transformaba en una pérdida colectiva. "Un hijo, todos los
hijos", decían las Madres. (Femenia, 1987)
A través de los años los efectos de esta presencia corporal y de
imágenes ha reforzado una cultura de memoria, donde las fotografías
individuales recalcan la desaparición de una generación y, en suma, de un
cuerpo colectivo. En su lucha, las Madres han llegado a representar a la propia
Argentina y han asegurado que la memoria de sus hijas e hijos se interiorice.
De tal manera que su misión y presencia perdura hasta hoy en contra de la
mentira.
Bibliografía
·
Holledge, Julie y
Joanne Tompkins. "Women's Intercultural Performance". Inglaterra:
Routledge, 2000.
[índice]
o la nueva propuesta feminista de Carmen
Alborch
Adelma Bercián, guatemalteca, periodista
La
autora española Carmen Alborch lanzó en mayo lo que la crítica literaria
hispanoamericana ha definido como su segundo éxito. Con un título sugestivo y
ambivalente, "Malas" describe algunos puntos básicos de las
relaciones entre mujeres en el comienzo del siglo veintiuno. No en vano el
subtítulo que lo complementa: "Rivalidad y complicidad entre
mujeres".
El libro empieza con la descripción de la competencia que nos ha
enfrentado históricamente y que aún lo hace. Habla de las viejas motivaciones y
de las nuevas, además de la etiqueta de "maldad" impuesta
principalmente por las tradiciones culturales hegemónicas de cada época
histórica y que, en lugar de desaparecer, se han heredado con el paso del
tiempo.
Pero también habla de la complicidad entre mujeres. Esas
relaciones tejidas con hilos de solidaridad, de individualismos y de originales
causas que incluso vienen desde mucho tiempo atrás, generación tras generación,
y que ahora están cobrando cada vez más y más presencia en la sociedad.
La autora, feminista y figura pública por presencia en los ámbitos
políticos como ministra de Cultura y diputada, hace una invitación sensata a lo
largo de todo el texto para desenmascarar la verdadera naturaleza de nuestras
relaciones, no sólo para hacer catarsis, sino también para conocernos mejor y
conquistar "eficientemente" un espacio equitativo en esta sociedad.
Por ello, se da a la tarea de describir causas, escenarios y
consecuencias documentadas con citas textuales de mujeres que han escrito sobre
el tema — de nuestras relaciones, de las antiguas, de las recientes, de las
positivas, de las que no lo son tanto, de las políticas y de las íntimas.
Lo más valioso de "Malas" (título por demás aniquilador
de los estereotipos femeninos que luego destruirá en el texto) es que Alborch
plantea, clara y llanamente, los temas que de verdad nos interesan a las
mujeres.
Con un lenguaje que ignora los vericuetos literarios o poéticos,
hace un análisis del mundo femenino (al que valida en su complejidad llena de
sentimientos, procesos intelectuales y apreciaciones desde la particular óptica
de nuestro género) que intenta escarbar en las ideas preconcebidas de las
mentalidades patriarcales sobre lo que "debe ser" una mujer. También
denuncia, sin intención de causar polémica, cómo nosotras mismas reforzamos
esos esquemas masculinos que nos hacen nuestras más férreas competidoras.
Otro de los capítulos del libro tiene que ver con uno los aspectos
más relevantes de la actualidad en la liberación de la mujer: su
masculinización o asunción de los tradicionales valores masculinos de dominio y
competitividad.
Alborch sostiene que las mujeres tenemos derecho a ser ambiciosas
y competir, algo que también pueden hacer los hombres. Pero habla de respeto y
de dignidad entre los sexos. Es una propuesta innovadora para el proceso
feminista de la actualidad.
Al final reflexiona sobre cómo pueden mejorar las cosas entre
nosotras y recomienda que exterioricemos más nuestros sentimientos a manera de
terapia colectiva.
La idea es pedir la palabra y utilizarla para que nuestra voz se
fortalezca y romper con ese silencio al que hemos sido confinadas por mucho
tiempo.
[índice]
K'ojalab',
altomab' alabomab' - A la juventud
María Jacinta Xon Riquiac, guatemalteca,
indígena maya-k'iche', estudiante de Antropología
Muchos
siglos han pasado desde la irrupción occidental en tierras americanas, y desde entonces
la pretensión ha sido transformar una forma de vivir, hacer, pensar y creer. A
partir de ese momento, las culturas prehispánicas se insertan en el proceso
histórico mundial, en lo económico, político y social. Y también desde entonces
a los indígenas se nos ha colocado en la marginalidad en todos los ámbitos de
lo social, de lo culturalmente considerado "civilizado", negándonos
el acceso a los beneficios sociales como asistencia médica, educación,
participación política, etc.
Incluso en muchas de las estrategias de desarrollo se ha visto al
indígena como el obstáculo a la "civilización" y al crecimiento
económico del país. Se han puesto en práctica políticas que tenían como
objetivo ladinizar al indígena; esto incluía el desuso del idioma, de la indumentaria,
el abandono de las prácticas de organización religiosa, política, económica y
cultural en las que se basaba la convivencia comunal del pueblo indígena.
La ladinización ofrecía en muchos casos la reducción en los
tributos que los indígenas (identificados como tales) debían ofrecer como
servicio obligatorio. Pero en ese momento, como en muchos otros, la mayoría de
indígenas, en especial las mujeres, se negaron al abandono de los idiomas, los
rituales, la indumentaria, la organización política y económica en que se
cimentaba la convivencia comunitaria.
Aquí de ninguna manera se niega que todos estos procesos hayan
sufrido modificaciones, ya que, como todo sistema social, es dinámico.
Entonces, ¿por qué seguir siendo indígenas? La respuesta a esta pregunta puede
ayudar a la juventud tanto indígena y no indígena, que se ve bombardeada por la
cultura de consumo que presenta el mercado capitalista, a entender un poquito a
Guatemala.
Un día le pregunté a mi abuelo: "¿Por
qué tenemos que seguir siendo indígenas?" Y fue en ese momento que escuché
a la conciencia cultural histórica puesta en el corazón, sufrida, formada y
transmitida desde los primeros padres y abuelos, que fueron víctimas de la
ambición y la ignorancia invasoras, hasta la víctima más reciente. Él, con su
pobreza, su cansancio por las cosechas de café, sus ideales de justicia,
participación política, beneficios sociales y el derecho a ser, hacer, pensar y
decir, dijo:
"¿Qué derecho hay en olvidar el sufrimiento de los abuelos?
Lloraron sus corazones y aguantaron sus cuerpos cuando fueron puestos sobre las
brasas y latigados como a los peores pecadores. Lloraron sus corazones y
aguantaron sus cuerpos cuando no comieron más que hierbas silvestres y
corazones de mazorca. ¿Y esto para qué? Para que sus hijos y nietos como
ustedes supieran aún su palabra y su consejo. Para que sus hijos y sus nietos
como ustedes supieran aún escuchar el consejo del silencio, de la tierra y del
cielo, aprender del río, del viento y las montañas. ¿Qué derecho hay en olvidar
que somos personas, que sentimos, pensamos y decimos diferente, pero personas
al fin?"
[índice]
Juicio a la
política de terror del Estado
Helen Mack, guatemalteca, presidenta de la Fundación Myrna
Mack y querellante adhesiva en el caso judicial Myrna Mack
El
pasado 3 de octubre, el Tribunal Tercero de Sentencia emitió sentencia en el
juicio celebrado contra el general Edgar Godoy Gaitán y los coroneles Juan
Valencia y Guillermo Oliva, acusados de planificar y ordenar el asesinato de mi
hermana, la antropóloga Myrna Mack. El tribunal condenó a 30 años de prisión al
coronel Valencia por considerarlo autor de este crimen y absolvió a los otros
sindicados por una supuesta falta de pruebas.
En términos generales, así han planteado los
medios de comunicación el resumen de lo ocurrido en este caso. Sin embargo,
estoy convencida de que hay mucho más. Este juicio encierra mucho más que un
debate judicial orientado a esclarecer el asesinato de mi hermana y determinar
la responsabilidad de los acusados. El juicio y la sentencia entrañan al menos
dos significados valiosos para la sociedad guatemalteca.
En primer lugar, hay un producto judicial concreto que responde a
doce años de búsqueda de justicia y de lucha contra la impunidad alrededor del
asesinato de mi hermana.
En ese sentido, se ha obtenido certeza jurídica sobre varios
hechos, entre ellos: Myrna fue víctima de una operación especial de
inteligencia, una operación clandestina e ilegal, ejecutada por el Estado Mayor
Presidencial (EMP); se trató de un crimen institucional motivado porque a Myrna
se la consideró un enemigo interno debido a sus investigaciones sobre los
desplazados internos; en el plan de vigilancia, seguimiento y asesinato se
utilizaron recursos del EMP; y se encontró como autor de esto al coronel Juan
Valencia Osorio.
Todo esto, probado judicialmente, implica justicia y reparación
moral para Myrna, su memoria y su dignidad.
En segundo lugar, este juicio y esta sentencia presentan una
faceta amplia y abarcadora, porque el Tribunal Tercero de Sentencia dio valor
probatorio a los informes de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico y
del proyecto Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI), así como a diversos
testimonios y peritajes que ilustraron al tribunal sobre la política de terror
que impulsó el Estado de Guatemala en el pasado reciente.
Hay en esto una constatación judicial del sufrimiento humano que
provocaron la Doctrina de Seguridad Nacional, la política contrainsurgente y la
desnaturalización de los órganos de inteligencia. Hemos desnudado las prácticas
criminales impulsadas por el Estado, que tienen su evidencia irrefutable en los
casos de genocidio, masacres, ejecuciones extrajudiciales, torturas,
desapariciones forzadas y desarraigo, entre muchas otras formas de represión
que nos convirtieron en un país de víctimas.
En esto radica la dimensión histórica del juicio, porque en este
debate no sólo se enjuició a los responsables del asesinato de Myrna. También
se enjuició el comportamiento criminal del Estado y de algunas de sus
instituciones. Se enjuició la Doctrina de Seguridad Nacional y sus componentes
más relevantes: el concepto del enemigo interno, las prácticas
contrainsurgentes, la potenciación de los servicios de inteligencia, el
carácter inhumano que se imprimió al conflicto interno y a los regímenes
militares.
Durante ocho años, los acusados de ordenar el asesinato de Myrna
evadieron el juicio público, y en sus esfuerzos por evitar este debate
recibieron apoyo institucional mediante el impulso de mecanismos de impunidad,
especialmente operaciones de encubrimiento y de ocultamiento de información,
amenazas, intimidación, hostigamientos y numerosas formas de litigio malicioso.
Al final, no pudieron eludir más a la justicia. Ahora uno de ellos
ha sido condenado y confío en que los absueltos serán condenados al resolverse
la apelación que he planteado. Confío en que la ley se aplicará a los acusados,
porque es claro que Valencia Osorio no actuó solo al ordenar el asesinato de
Myrna; y no pudo disponer por sí solo de los recursos del EMP para ejecutar
esta operación ilegal de inteligencia. En este crimen institucional, como lo
calificó el tribunal, actuaron todos los integrantes de la cadena de mando:
Godoy, Valencia y Oliva. De Noel Beteta, el autor material, no hay más que
decir. Él ya está cumpliendo su condena.
[índice]
Herederas
de la muerte cotidiana
Isabel Aguilar Umaña, guatemalteca, escritora
A
cuestas, como los años, llevamos los nombres de nuestros muertos. Su presencia
arremete los rincones de la memoria de tiempo en tiempo... Pese a la
resignación, de vez en cuando asoma la tristeza que por ellas y ellos hemos
aprendido a cargar en nuestro baúl de recuerdos más queridos.
Al pensar en la muerte, entonces, tenemos tendencia a pensar en la
muerte del otro, de la otra. Se comprende, porque a menudo la magnitud del
dolor que nos ha causado la ausencia definitiva de algunas de nuestras personas
más queridas obnubila nuestra capacidad de tomar conciencia sobre el propio
acabamiento. En el mejor de los casos, esta conciencia nos hace correr a
planificar nuestro entierro, o nos lleva a tomar la decisión de adquirir un
seguro de vida que les permita a los demás salir adelante cuando nosotras
faltemos.
Y es entonces, entre tanta concepción fatalista, cuando olvidamos
la que es, quizá, la peor de las muertes. No me refiero a la física, la
ineludible, la del acabamiento. Me refiero a la muerte cotidiana de nuestras
alegrías y nuestros sueños. Tal vez ésa sea la muerte a la que debemos
adscribir la mayoría de símbolos y connotaciones negativas que solemos utilizar
cuando queremos representar el fin de la vida.
Recuerdo que algo de todo esto fue, exactamente, lo que sentí
frente al lecho en el cual mi abuela descansó después de una larga depresión.
No me dolía en ese momento el fin de su vida, su suspiro final. Pensaba, con
infinita ternura y con un dolor desangrado, en su no-vida. En esa serie de
encuentros y desencuentros fatales que tuvo que llevar día a día, porque para
ella, el ser mujer, madre y esposa ideal fue siempre sinónimo de abnegación,
entrega a los demás y sacrificio pleno.
La imagino sentada en una cocina de pueblo, mojando despacio un
pedacito de quesadilla en algún pocillo de peltre rebosante de café. Al rato
debía hacer malabares para dividir un pollo entre nueve hijas e hijos, más un
marido. Conociéndola, supongo que ella se conformó con chupar los huesecillos
de un ala, o con el recadito de tomate abultado a la fuerza con algo de arroz y
un par de tortillas.
Ella, siempre, la última de la lista. La que permaneció en la
sombra y la que, de esa forma, nos heredó a mí y al resto de hombres y mujeres
de mi familia, toda una manera de ser y concebir el "deber ser"
femenino. Nos heredó, en suma, una manera de no-vivir. O de vivir siempre para
otros y otras, como si la propia existencia pudiera conformarse con ese tipo de
identidad...
A veces pienso que ella fue feliz así y que soy yo, la de ahora,
tras algunas lecturas trasnochadas, quien se ha puesto un par de lentes
desmitificadores y quiere ver las cosas de esta manera. A veces pugno por
conformarme con la idea de que en la identidad del ser-para-otros ella logró su
realización.
Luego me rebelo y, más que pensar, me dedico a sentir la tristeza
íntima de una vida semejante. Estoy en posición de hacerlo porque, finalmente,
su herencia ha pervivido en mí. Ha sido algo de lo cual he debido desprenderme
paulatinamente. Morir a mí misma para nacer de nuevo.
Por más que intento, no recuerdo a mi abuela feliz. No la veo
plena, tal vez sólo resignada. Entonces llego a la serena convicción de que el
mejor homenaje que puedo hacer a las miles de mujeres abnegadas y anónimas,
como mi abuela, es conquistar la vida plena. Heredar a mis hijas sueños e
ilusiones en las que ellas sean, del todo, el centro de su propia existencia.
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Amílcar Dávila, guatemalteco, filósofo
Me
piden que escriba sobre la muerte... Desfilan en mi cabeza, diríase de manera
fantasmagórica: la "dança de la muerte", que estudié hace tanto; dos
versos sueltos, que recuerdo juntos, de un poema de santa Teresa, "vivo
sin vivir en mí / que muero porque no muero"; tío Lalo, recién fallecido;
Guatemala en los años ochenta, Yugoslavia en los noventa, Palestina hoy,
Alemania ayer, Zimbabwe entre ayer y hoy; y a propósito de la infame palabra
genos-cidio con que se encierra lo que tienen en común estos lugares y tiempos
tan disímiles, la rima cacófona "matar la mata", que recogería su
significado infame. Pienso también en el relato "El inmortal", de
Borges, como es inevitable cuando sale el tema, así como en mis ineluctables
referentes filosóficos, Heidegger y Nancy.
Se atropellan, pues, en mi espíritu, tanto realidades de lugares
cercanos y lejanos como alusiones y construcciones literarias y filosóficas.
Realidades y formas de comprensión propias y ajenas, vivas y muertas,
difuminándose unas en otras.
Mas, ¿qué es lo propio y qué lo ajeno, qué es lo real, lo comprendido,
lo imaginario, lo vivo, lo muerto, cuando se habla -que es decir también,
cuando se escribe- sobre la muerte?
Me piden que escriba sobre la muerte.
Hay quien opina que nadie puede hablar de la muerte si no la ha
visto, si no la ha vivido. Ello no puede querer decir que sólo quien ha muerto
puede hablar de la muerte. ¿O sí? Hablar de la muerte no puede querer decir
hablar de fallecer, de fallecidos o de desfallecimientos. Ni fallecidos ni
desfallecidos hablan — no pueden, no tienen energías, no existen ya más.
Hablamos y escribimos sólo quienes vivimos, es decir, quienes aún no estamos
muertos. Quienes morimos. Quienes vivimos todavía. Vivir es todavía vivir;
morir, aún no morir.
Muerte — no, todavía.
Quien exige rigor en el hablar sobre la muerte no exige un literal
"rigor mortis". Quiere que se hable desde, hacia o para un
acercamiento vivo con la muerte, la propia o la ajena. En principio, todo ser
humano tiene acceso a la experiencia de la muerte. Desde que se nace se puede
ya morir y se está ya muriendo. Pero no sólo eso.
Nuestras vidas están cercadas y marcadas por la muerte: otras
muertes, cercanas o lejanas, de parientes o de extraños; la muerte de las
cosas; la de la naturaleza. No se trata, por tanto, al hablar o escribir sobre
la muerte, de procurar, como por primera vez, la experiencia de la muerte. Ésta
nos rodea y traspasa incesablemente — esto es, hasta el momento mismo de la
muerte, que en sentido estricto no es ya ningún momento, sino la muerte de todo
momento.
Trátase, en todo caso, de darle la cara, de enfrentarla, de verla
verdaderamente al rostro...
Mas, ¿qué rostro tiene la muerte? Rostro ajeno y mío a la vez. En
ese orden: primero ajeno, luego mío. A la vez. Rostro del límite, del término,
del fin. Rastro por siempre impropio y propio, pero siempre esencial, de la
finitud. — He ahí la muerte. Aquí. "Ecce homo".
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Andrea Carrillo Samayoa y Ledy Orantes, laCuerda
"Informar,
mostrar escenarios y contribuir a romper con los mitos y creencias desde
nuestra profesión periodística", fue uno de los muchos comentarios
escuchados en el V Encuentro de Mujeres Periodistas de México, Centroamérica y
el Caribe.
Por quinto año consecutivo, esta vez en Cancún, México, nos
reunimos 42 mujeres y dos hombres con el objetivo de analizar ejes temáticos de
preocupación, desarrollar actividades para reflexionar sobre nuestro quehacer
como periodistas y dar continuidad al proceso de planeación estratégica.
La capacitación y formación para nuestra labor periodística es
imprescindible; por ello este Encuentro estuvo enfocado a tratar: "El ABC
de la violencia: el argumento periodístico", facilitado por Patricia
Olamendi (México); "Periodismo y realidad: la ética y el compromiso",
por Fabiola Calvo (colombiana residente en Madrid); y "Periodistas ante el
cuerpo, la diferencia sexual y el género", por Sergia Galván (República
Dominicana). Llevamos a cabo el ejercicio "Emociones y autoestima en
periodismo", facilitado por nuestra colega y anfitriona Lydia Cacho.
Tratamos de definir las Líneas de Acción de la Red Regional, pero algunos
puntos quedaron inconclusos.
Posiblemente hoy no logramos llenar páginas en los medios donde se
aborden los temas de las mujeres, pero lo cierto es que sí vamos en aumento:
cada vez ganamos más espacios y ahora también hay hombres periodistas que se
suman a este propósito.
En el Encuentro logramos reunir nuestras vivencias, obstáculos y
sentimientos, que nos dan energías para seguir y nos hacen crecer como mujeres
y hombres periodistas.
Los viajes siempre se aprovechan. Al V Encuentro asistimos ocho
periodistas de Guatemala, quienes tuvimos la oportunidad para conocernos mejor.
No dejamos de tomar el sol, hacer una que otra compra y beber algunos tequilas
en un yate a la luz de la luna por las costas de Cancún.
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mujeres de Colomba toman la tierra
Irma Alicia Velásquez y Ruth Taylor
En
Colomba, Quetzaltenango, lo que más hay es tierra: tierra abandonada, cafetales
descuidados, beneficios en ruinas. Lo que menos hay en la zona es trabajo. A
pesar de lo grave de la situación para trabajadoras y trabajadores agrícolas
que viven allí, decidirse a hacer algo al respeto tardó meses (la vida de
colonas o jornaleras no las había preparado para esto) pero, una vez tomada la
decisión, no vacilaron. El 11 de octubre, en horas de la madrugada, 50 familias
tomaron la finca La Florida. Para Antonia, trabajadora agrícola y madre de
cuatro, el riesgo de trasladarse con su bebé de cinco meses vale la pena.
"Estamos dispuestos a sufrir si finalmente aquí ya llevamos una vida de
sufrimiento", manifiesta.
Antonia nació en la finca La Fortuna, donde sus padres eran
colonos. Trabajó desde los 13 años hasta que el finquero los despidió y
tuvieron que buscar alojamiento y trabajo en otra finca. Su esposo también
trabaja desde niño en el cultivo y corte de café, primero como colono al lado
de su madre, y luego, después que el patrono los sacó de la finca, como
jornalero.
Según Antonia, la crisis del café ha convertido una vida de
pobreza en una lucha por la sobrevivencia. "Ya no queremos esta situación;
esto está duro. Ya que no se consigue trabajo en las fincas, el café bajó
bastante y no se gana lo justo. Antes se terminaba la cosecha y ya venía la
abonada. Luego a deshijar, se regaba cal y otra vez venía el corte. Pero este
año que pasó no hubo trabajo en las fincas. Además nos tratan muy mal. Es
triste porque, por ser mujeres, los guardianes y caporales no nos respetan. Y
en los últimos años los abusos han empeorado". Fincas de la región que
antes empleaban docenas de trabajadoras y trabajadores, ahora contratan menos
de 10, dice. "Yo misma no consigo trabajo en la regada de abono,
acarreando pulpa, acarreando broza o deshijando matas".
Para poder dar de comer a sus hijos, Antonia cuenta con el apoyo
de sus hermanos que trabajan como pilotos de camionetas en la ciudad de
Quetzaltenango. Además, ella y su esposo viven recomendados en la casa de sus
padres. Su esposo sale todos los días a las cuatro de la madrugada para
trabajar en la siembra y cosecha de papa en el altiplano. Gana Q35 diarios, más
del salario mínimo, pero sin prestaciones ni seguro del IGSS, y cada día debe
gastar Q10 en transporte.
"Ni soñamos con un lote. Aquí valen Q20 mil para arriba y no
es posible comprar uno con el salario que tenemos. Nunca alcanzaría",
explica Antonia. "Esta crisis hace que muchos se vayan a Estados Unidos.
También las mujeres se están yendo a trabajar en Tapachula a la cosecha de
mangos. Se van en noviembre y vienen por febrero o marzo y dejan a sus hijos
aquí... Y para el tiempo de Semana Santa se van los hombres a la cosecha de
mangos, de papayas, al corte de café, de cacao y a la cosecha de maíz. Pero
todo este peregrinaje empezó en los últimos años", enfatiza.
A diferencia de muchos, Antonia y su esposo optaron por quedarse
en las tierras donde nacieron. Desde hace varios años empezaron a asociarse a
otras familias que vivían una situación similar y con ellas tomaron la decisión
de asentarse en la finca La Florida. De allí -dicen- no saldrán, sino después
de negociar un pedazo de tierra que les permita asegurar su sobrevivencia y
soñar con un futuro mejor.
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Foro de
Mujeres de Partidos Políticos
Ledy Orantes, laCuerda
Leticia
Burgos Ochoa, presidenta de la Comisión para el Desarrollo Social de la Cámara
de Senadores de México, participó en el Primer Foro de Mujeres de Partidos Políticos,
de cara a las elecciones del año 2003. Asistieron siete representantes
guatemaltecas. Esta actividad fue convocada por la Fundación Friedrich Ebert y
el Área de Género de FLACSO.
La senadora mexicana relató desde su experiencia política y participativa
cómo las mujeres pueden ganar espacios. Anotó que lo más importante para lograr
la participación femenina es realizar una verdadera campaña con equidad de
género y así hacerles ver a las ciudadanas la importancia que tienen para la
nación.
Participaron en este foro Patricia Castillo, de la Unidad
Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG); Silvana Ayuso, de la Unión
Democrática (UD); Marla Castañeda, de la Unión Nacional de la Esperanza (UNE);
Lisseth Pérez, de la Alianza Nueva Nación (ANN); Leticia Alvarado, del Partido
de Avanzada Nacional (PAN); Lucía Willis, de la Democracia Cristiana
Guatemalteca (DCG), y Marta Ayala, del Partido Verde (PV). Ellas anunciaron que
sus partidos incluyen a las mujeres y muestra de ello es que todas ocupan una
secretaría dentro de los mismos. Sin embargo, sólo las representantes de URNG,
DCG, PV y ANN comentaron su relación con el movimiento de mujeres.
Durante las exposiciones, Lucía Willis habló acerca de
sensibilizar y educar a la sociedad, promover la equidad dentro de los
partidos, motivar a las mujeres y hacer campañas con enfoque de género en los
medios en términos populares para lograr que las mujeres participen. Marta
Ayala comentó que en el PV existe una participación de 50 por ciento de
mujeres.
Las panelistas coincidieron en la necesidad de acciones
afirmativas y modelos de representación que tomen en cuenta la diversidad de
las personas.
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Violencia
de género: Panorama actual y avances
Wendy Santa Cruz, laCuerda
Mujeres
integrantes de organizaciones sociales e instancias gubernamentales coinciden
en que existe un incremento y recrudecimiento de la violencia contra las
mujeres. Sin embargo, consideran que la lucha de muchas guatemaltecas ha
propiciado la creación de mecanismos para prevenirla y sancionarla. El que haya
personas mejor informadas y conscientes de sus derechos abre posibilidades para
erradicarla.
Panorama actual
Hablar
de esta problemática nos lleva a reflexionar sobre un tema de gran
trascendencia en nuestra vida. Las cifras arrojan un aumento en la violencia
delincuencial, que si bien afecta a la población en general, tiene
repercusiones más agudas en las mujeres.
Con esto coincide Luz Méndez, de la Unión Nacional de Mujeres
Guatemaltecas: "En UNAMG vemos con preocupación el recrudecimiento de la
violencia contra las mujeres en todos los ámbitos. Se percibe un aumento de la
delincuencia, un problema de abusos sexuales asociados a los asaltos y un
porcentaje muy pequeño de mujeres que denuncian estos hechos".
Los casos de violencia intrafamiliar también muestran una
escalada. Sólo en la Fiscalía de la Mujer del Ministerio Público se han
recibido más de 6,000 denuncias en lo que va del año. Ello está íntimamente
ligado a problemas socioeconómicos. Cuando se agudizan el desempleo y la falta
de acceso a vivienda, salud y educación, se crean más tensiones en el hogar,
propiciando mayores niveles de violencia contra las mujeres.
Hilma Rivera, directora del Área Social de la Defensoría de la
Mujer Indígena, indicó que durante el año han atendido 72 casos, un 20 por
ciento más que en el 2001. "La mayoría es de violencia en el matrimonio,
algunos hasta con 20 o más años de proceso, señaló. Sin embargo, el que lo
denuncien es un primer paso para salir de ella".
Según profesionales del tema, la recuperación es difícil para
estas mujeres. Necesitan un mínimo de seis meses de tratamiento para darse
cuenta que no tienen por qué aguantar los malos tratos. Otra dificultad es que
el personal de las instituciones de justicia no agiliza los trámites y entonces
ellas desisten, desmoralizadas por la falta de apoyo.
Malvina Celada, asesora psicológica de la Defensoría de la Mujer
de la Procuraduría de Derechos Humanos, afirmó que una de las necesidades a
nivel nacional es la creación de albergues. "Las mujeres a veces tienen
crisis y necesitan con emergencia que se les atienda y un lugar donde alojarse
con sus hijas e hijos, pero carecemos de sitios que cubran esta
necesidad", concluyó.
En el primer semestre del año esta Defensoría recibió un total de
2,265 denuncias. En la sede central 62 guatemaltecas han recibido atención
psicológica. La mayoría de las víctimas tiene entre 26 y 45 años de edad; son
católicas, casadas o unidas que han sufrido principalmente violencia física,
psicológica y sexual.
Ven avances
El
esfuerzo de organizaciones feministas y de mujeres por sensibilizar, informar y
capacitar sobre el tema a cientos de personas en áreas rurales y urbanas de
todo el país es uno de los avances para erradicar la violencia contra las
guatemaltecas.
Según Giovana Lemus, del Grupo Guatemalteco de Mujeres (GGM), otro
logro ha sido la creación de mecanismos legales e institucionales, entre ellos
la instalación de la Coordinadora Nacional de Prevención de la Violencia
Intrafamiliar y en contra de la Mujer (CONAPREVI) como ente rector de las
políticas públicas, que en enero del 2003 convocará a todas las instituciones
para elaborar un plan nacional para prevenir y erradicar este flagelo.
Luz Méndez consideró como trascendentales las sentencias dictadas
contra Alfonso Herrera Ibargüen y Arnoldo Noriega por abusos sexuales contra
niñas. Igualmente se expresó acerca de la resolución del juicio contra los
autores intelectuales del asesinato de la antropóloga Myrna Mack: "La
sentencia ha dejado relucir un avance en el proceso de empoderamiento de las
mujeres. Es en el papel de las juezas que se constata cuánto han crecido en su
firmeza y entrega en la búsqueda de la verdad y justicia".
Estos hechos reflejan los avances alcanzados por las guatemaltecas
en esta lucha y nuestro aporte a la construcción de la democracia y la paz.
Todo ello abre la posibilidad de que en el largo plazo logremos erradicar la
violencia que nos aqueja.
[índice]
Campo pagado |
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Violencia hacia las mujeres: El atropello más vergonzoso contra los derechos
humanos |
La
discriminación de género, traducida en violencia, es, sin duda, uno de los rostros
más oscuros y ocultos de la humanidad. La violencia hacia las mujeres y su
modalidad más cruda, la violencia dentro de la familia, cruzan todas las
fronteras geográficas, sociales y culturales. Ninguna sociedad se escapa.
La violencia dentro de la familia es apenas desde hace un par de
décadas, tema de estudios sociales. Aunque se trata de uno de los males más
viejos de la humanidad, la información que se tiene hasta ahora es de cobertura
limitada y el problema está claramente subregistrado.
La violencia hacia la mujer constituye un problema social, de
seguridad y de interés público, que no tiene la atención debida y que exige
políticas firmes y coherentes en el plano social, judicial, de salud,
educativo, político, económico y laboral.
El acceso de las mujeres a la justicia tiene más obstáculos, por
las condiciones socioculturales de subordinación, la carga laboral dentro y
fuera del hogar, el menor nivel educativo, la menor disponibilidad económica y
el mayor desconocimiento de la organización y funcionamiento del Estado y de
sus derechos. Todas estas condiciones se agravan para las mujeres indígenas,
quienes cuentan con escasos servicios jurídicos bilingües.
Las soluciones para erradicar la violencia intrafamiliar son
sociales, culturales y políticas, pero la ampliación y desarrollo de este tipo
de iniciativas deben incidir en los mecanismos institucionales para que se haga
justicia y terminar con la violación más vergonzosa de los derechos humanos.
En nuestro país las mujeres cuentan con el apoyo de la
Coordinadora Nacional para la Prevención de la Violencia Intrafamiliar y en
contra de la Mujer (CONAPREVI) y con la Política Nacional de Promoción y
Desarrollo de las Mujeres Guatemaltecas y el Plan de Equidad de Oportunidades
2001-2006, como instrumentos de política pública para ser vistas como sujetos
de derecho.
Grupos de mujeres de la sociedad civil han presentado una
propuesta de reformas al Código Penal, Decreto 17-13 del Congreso de la
República. Las reformas responden a la necesidad de poner en consonancia la
legislación nacional con los instrumentos internacionales, suscritos, aprobados
y ratificados por Guatemala. Se crean las figuras punibles de Violencia
Intrafamiliar, Acoso y Hostigamiento Sexual, entre otros, a fin de abolir
prácticas que menoscaban la dignidad de las mujeres y atentan contra su vida,
seguridad física, psicológica, patrimonial, sexual, tanto en el ámbito público
como en el privado, para garantizar y salvaguardar los derechos humanos de las
mujeres.
La prevención, sanción y erradicación de la violencia contra las
mujeres constituye una parte fundamental de la democratización, la justicia y
el estado de derecho.
|
La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer, CEDAW, es el primer instrumento internacional específico
sobre los derechos femeninos. La Convención
Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer
(Belém do Pará, 1994) es el único instrumento internacional específicamente
diseñado para la erradicación de la violencia: detalla las responsabilidades
de los Estados en la prevención y castigo de los actos de violencia y abre la
puerta a las denuncias ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La CONAPREVI tiene a su
cargo el cumplimiento del eje de Violencia contra la Mujer, contenido en la
Política Nacional de Promoción y Desarrollo de las Mujeres Guatemaltecas y el
Plan de Equidad de Oportunidades 2001-2006, que se fundamenta en la
Convención para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las
Mujeres y en la Plataforma de Acción de la IV Conferencia Mundial sobre la
Mujer. |
|
Secretaría Presidencial de la Mujer (SEPREM) Asesora y Coordinadora de
Políticas Públicas 9a. Ave. 0-19 Zona 2, Edif. Isabel La Católica, 4o.
Nivel Tel. 288-6016 y 288-6087 / Fax: 288-6407 spmujer@intelnet.net.gt |
[índice]
Movida departamental
Reestructuran
Foro de la Mujer
Ana
María Prado informó que como producto de la reestructuración del Foro Nacional
de la Mujer, su comisión coordinadora quedó integrada por representantes gubernamentales
y organizaciones sociales de la capital y de las diferentes regiones del país.
Nuria Cordón fue electa coordinadora general. A pocos meses de su
gestión manifestó que ha encontrado algunos obstáculos, por lo que en octubre
realizaron una reunión en la ciudad de Chiquimula.
A decir de Ana María Prado, la elección de la nueva coordinadora
general es un logro de las guatemaltecas del interior del país, quienes de esta
manera se ven representadas en un espacio de toma de decisiones específico de
las mujeres.
[índice]
Desarrollo
agroindustrial en Chichicastenango
Mujeres
del Quiché, entre 18 y 55 años de edad, recibieron un curso de capacitación en
procesamiento de fruta con el apoyo del Comité Europeo para la Formación en
Agricultura y el financiamiento de la Unión Europea.
Ellas son socias de una asociación de pequeños productores de
manzanas, procedentes de varias comunidades de Chichicastenango, quienes han
sido capacitadas en producción de pasteles, almíbar, relleno de pie, mermelada
y jalea.
En este último producto han concentrado su trabajo en los últimos
meses debido a que tiene un mayor mercado. Producen jaleas de piña, zanahoria,
mora, sauco, papaya, manzana, fresa y membrillo. Ya cuentan con licencia
sanitaria y gestionan el número de registro.
Actualmente comercializan el producto únicamente en algunas
tiendas. A partir de este mes detendrán por un momento la producción ya que
cuentan con una buena reserva y enfocarán sus esfuerzos hacia la
comercialización.
[índice]
Niñez
trabajadora en casa particular
Más
de 12 mil niñas y niños trabajan en casas particulares en la ciudad capital y
el departamento de Jutiapa, según un estudio de la Organización Internacional
del Trabajo (OIT). El 90 por ciento son mujeres.
En la capital, la mayoría de ellas tiene extensas jornadas de
trabajo, de 13 a 16 horas en promedio; son indígenas procedentes de los
departamentos de San Marcos, Totonicapán, Suchitepéquez y Quetzaltenango. En
contraste, las pequeñas que laboran en Jutiapa tienen jornadas de menos de seis
horas y son mayoritariamente ladinas de las aldeas aledañas a la cabecera
departamental.
La muestra del estudio consistió en 250 niñas y niños de ambos
departamentos, quienes realizan actividades como limpiar, cocinar, cuidar
personas y hacer mandados. Perciben un salario promedio mensual de 50 dólares;
la mayoría ha sufrido maltrato psicológico y hay casos de abuso sexual. Las
condiciones de extrema pobreza las obligan a emigrar desde sus comunidades de
origen para emplearse en hogares de terceros y a aceptar condiciones que violan
sus derechos humanos.
[índice]
Mujeres
de la región Chortí organizaron una reunión del Foro de la Mujer para compartir
los conocimientos adquiridos durante tres semanas de capacitación en la Escuela
Intensiva de Formación de Lideresas Madre Tierra en la ciudad capital. Los
temas abordados se relacionan a los derechos de las mujeres, sexualidad,
organización comunitaria, poder y acción, informó Aura Aldana, lideresa
indígena de Camotán.
[índice]
Treinta
lideresas de las distintas comunidades de Jocotán participaron en un taller sobre
el tema género, cuyo objetivo fue sensibilizarlas acerca del papel real que
juegan en la sociedad, así como buscar el aprovechamiento de las espacios que
están ganando las mujeres del área rural.
[índice]
Elección para
Consejo de Desarrollo
Alrededor
de 36 organizaciones de mujeres del departamento de Chiquimula eligieron a
Isaura Manzo y María Elena Ramos como representante titular y suplente,
respectivamente, ante el Consejo de Desarrollo Urbano y Rural (CODEUR). Las
representantes fueron electas en el salón de la Gobernación en una actividad
coordinada por representantes de MINUGUA y el Foro Nacional de la Mujer.
Isaura Manzo comentó que llevará los
planteamientos de las organizaciones femeninas al CODEUR y luchará para que
sean tomadas en cuenta en la toma decisiones a nivel departamental. Agregó que
ejercerá su derecho a la libre expresión y canalizará proyectos encaminados al
fortalecimiento de la participación de las mujeres de Chiquimula.
[índice]
La Red de Mujeres
Periodistas convoca por segundo año consecutivo al Premio "...Y tomamos
la palabra 2002", con el objetivo de reconocer y estimular la labor periodística
que desarrollan las guatemaltecas. Se premiará a los tres
mejores trabajos (individuales o en grupo) en los géneros de reportaje,
crónica, entrevista o noticia publicados en los medios de comunicación de
circulación regular o de carácter masivo en el período del 25 de noviembre
del 2001 al 25 de noviembre del 2002, de la siguiente manera: ·
Primer lugar: 700 Euros ·
Segundo lugar: 300 Euros ·
Tercer lugar: Colección de libros El único requisito en
cuanto a contenido es que los trabajos se refieran a situaciones que
documenten la violencia de género, a promover la no violencia contra las
mujeres o cualquier tema en que ellas se encuentren presentes y sean afines a
las definiciones de la Red: "Buscamos la equidad
y justicia mediante la exposición, denuncia y debate de toda forma de
discriminación, en particular de género. Reivindicamos el ejercicio de la
actividad periodística (ética y honesta) plural, veraz, no-sexista, diversa,
balanceada, participativa, contrastada, no tergiversada (con intencionalidad
social)". Los trabajos serán
recibidos en las oficinas de la Red de Mujeres Periodistas: 12 calle 2-18
Zona 1, local "A" (teléfonos 253-6026 y 253-6027), a más tardar el
29 de noviembre del 2002. El veredicto se dará a conocer el 17 de enero del
2003 y la premiación se realizará día 24. Mayor información al
correo-electrónico: redengt@intelnet.net.gt El presente concurso se
realiza gracias al apoyo de: Publicación Feminista laCuerda, Facultad
Latinoamericana de las Ciencias Sociales (FLACSO), Unión Europea (UE) y
Librería del Pensativo. |
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